jueves, 14 de agosto de 2014

Amigos desconocidos.

     Recostado sobre mi cama, intentaba conciliar el sueño, ya que un ataque de insomnio no me otorgaba lugar para el descanso.
     Me hallaba sumergido en mis pensamientos, que llegaban sin orden alguno.
     Primero, el recuerdo de un amor platónico presente todavía. El recuerdo de aquella chica que poseía una belleza fascinante. A mi mente venía la imagen de sus ojos; expresión máxima de su belleza, y debajo, entre ellos, esa nariz fina, adecuada, la cual a sus costados tiene dos mejillas llenas de ternura y un rubor coqueto, y éstas a la vez, terminando hacia el centro, dan inicio a unos labios carnosos, sensuales, que seguro estoy que otorgan una exquisitez impresionante.
     Después, la imagen de mi novia, tan linda y tierna. Sin embargo, mi imaginación me traiciona para darme la imagen de ella con otro chico, lo cual me llena de nostalgia y de tristeza.
     Finalmente, dejando atrás sentimentalismos y demás pensamientos revueltos, llega a mi mente las palabras de mi hermano menor: "vi a un fantasma, cruzó por el patio, quizá es porque ya se iba". La noche anterior mi vecino había fallecido, por lo cual su afirmación no sonaba tan disparatada a pesar de que yo seguía burlándome.
     ¡PUM!
     Mi teléfono celular había resbalado de mi colchón para terminar en el suelo de un modo escandaloso. Decidí dejarlo allí, hasta la mañana siguiente. Pero de la nada comenzó a sonar.
     Entonces me deslicé hacia la orilla para ver lo que sucedía: un grupo de duendecillos se encontraban jugando con el aparato, muy divertidos...


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